Definirte a ti misma como persona y como profesional no es una tarea sencilla, pero quizá pueda comenzar por aquí…

Cuando tenía cinco años nació mi hermana, me encantaba leerle cuentos, crear juegos con ella y descubrir algo nuevo todos los días; enseñarle a aprender se convirtió en mi PASIÓN. El día que ella empezó el colegio, yo estaba emocionada por transmitirle mis ganas de aprender, quería que cada día estuviera motivada y se divirtiera a través de la educación. Por entonces, mis padres ya sabían que esta sería mi gran VOCACIÓN.

Con el paso de los años, descubrí que ayudar e influir en los niños para potenciar sus capacidades era lo que quería hacer, y decidí estudiar Pedagogía. Fue una decisión fácil, sin embargo fue más complicado comprender qué podía aportar yo, como pedagoga, al mundo de la educación. Tuve la suerte de encontrarme con un gran profesor que me introdujo en las Dificultades de Aprendizaje, y entonces supe que aquello era lo que estaba buscando: el camino que elegiría para desarrollar mi profesión.

¿Y por qué pedagogía? Muchos pensarían que también podría hacerlo a través de Magisterio o Psicología, lo que es cierto, pero personalmente creo en la Pedagogía como la base en la que se sustenta todo: enseñar a educar.

Hace más de 7 años que comencé mi etapa profesional, durante los que he podido afianzar los conocimientos y técnicas pedagógicas, y sobre todo he podido descubrir que cada niño aprende de manera diferente y que, como profesional de la educación, mi meta es desarrollar su talento y potencial a través del método adecuado -y divertido-.

Hace un par de años decidí dar un paso más en este camino y aposté por mi proyecto Pedagogía Emocional.

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